La maestra del taller de manualidades proporcionó a
sus estudiantes un modelo a imitar e impartió las debidas instrucciones las
cuales debían seguir al pie de la letra. Al concluir la sesión de confección,
se les pidió a los estudiantes que exhibieran sus trabajos. Como era de
esperarse, algunos trabajos fueron buenos, pero otros daban deseos de llorar. Casi
la totalidad de los participantes buscaba practicar las técnicas (no que la
maestra cayera de bruces ante la excelencia de sus imitaciones), no obstante,
siempre hay sus excepciones. Uno de los participantes se emocionó cuando
presentó su obra porque pensó había hecho la gran cosa. La maestra quedó muda
cuando la vio, era la peor de todas. Lo único que se le ocurrió decir fue: “Es
lo mismo, pero totalmente diferente”. Esa frase parece una contradicción. ¿Cómo
una cosa igual a otra cosa puede, al mismo tiempo, ser diferente? Pues fíjate
que sí, dependiendo del enfoque que le des. Eso es posible desde la perspectiva
teológica, por ejemplo, afirmamos que los humanos somos todos iguales delante
de Dios. ¡Magnífico! Sin embargo, desde la perspectiva científica, todos somos
diferentes. No ha habido, ni hay, ni habrá una persona idénticamente igual a
otra. Aún los gemelos que llamamos “idénticos” tienen grandes diferencias.
Cuando pensamos en la crisis que confronta Puerto Rico
en la actualidad podemos despachar el asunto diciendo que es igual a la crisis
que confrontan otros países. Tenemos problemas sociales, políticos, económicos
y ecológicos. Eso es muy cierto. Sin
embargo, las raíces de los problemas, las circunstancias particulares que nos
caracterizan como pueblo y las herramientas que poseemos para resolver nuestros
asuntos son diferentes. Puerto Rico
forma parte de la comunidad Latinoamericana y Caribeña, la cual se compone de
33 países que hablan 5 idiomas diferentes. Aunque compartimos un mismo
territorio, no todos los países
comparten una misma lengua oficial, ni una misma ideología política, ni tienen una
misma estructura económica ni gubernamental. Esto provoca que la idiosincrasia
de cada pueblo sea distinta a la de otra. Ahora dime, ¿qué cosas piensas que tenemos
en común? A mí se me ocurre solamente una, que todos fuimos colonizados por países
europeos que en un momento dado se pelearon por lograr la hegemonía del mundo.
España, Francia, Inglaterra, Portugal y Holanda no vinieron a América a dar,
sino a buscar. Cada una de esas naciones trajo su propio modelo y nos dieron
las instrucciones para seguirlo. Cuando nos pidieron que exhibiéramos nuestros
trabajos, se espantaron y dijeron: “Son iguales a nosotros, pero totalmente diferentes”.
Algunos de nuestros “maestros” se fueron de inmediato, pero otros se quedaron
porque, al fin y a la postre, les gustó más nuestras creaciones que sus modelos
originales.
Lo que dije anteriormente se complica un poco más al
incluir a Estados Unidos y Canadá en este análisis. Tenemos que enfrentar la
realidad sin apasionamiento y sin sentimientos de inferioridad. Esos dos
“discípulos” de los “maestros europeos”
fueron aventajados. Hay razones para que se diera ese fenómeno, que dicho
sea de paso, en nada tienen que ver con los niveles de inteligencia. Estados
Unidos se llevó las medallas de logro en el ejercicio del poder político,
social y económico. Eso le abrió unas puertas en el mundo. En términos
generales, sustituyó a los maestros europeos originales y se proclamó en el
“nuevo maestro” del mundo. Por consiguiente, también construyó su propio modelo
y obligó a varios países, entre ellos a Puerto Rico, a matricularse en su
taller de capitalismo democrático. Fueron varias las técnicas utilizadas por
Estados Unidos para construir su modelo, siendo algunas de ellas la prepotencia
y la arrogancia. Su consigna para mantener a Puerto Rico matriculado en su taller
lo fue “tú no puedes hacer nada sin mi ayuda”. Esta consigna, sumado a los estragos causados por
nuestros “maestros” españoles, provocó en los puertorriqueños un alto grado de
inseguridad. Sin embargo, esa misma inseguridad ha abierto las puertas para que
nuevos “maestros” intenten impulsar modelos enchapados a la antigua, que por
desgracia, han probado ser inefectivos. Repito hasta el cansancio, nunca ha
existido, ni existe, ni existirá un sistema económico o político perfecto. La
eficacia de los sistemas depende de los líderes que lo administran y de la
disposición de los seguidores para someterse a las políticas establecidas.
Lo que realmente me molesta es que estos “nuevos
maestros” que han surgido en América Latina es que sus modelos se basan en
conceptos que no reflejan sus realidades. ¿A qué paz, igualdad, seguridad y
libertad se refieren cuando observamos que sus países atraviesan por
situaciones que dejan mucho que desear? Como
bien dijo Jesús, son ciegos guiando a otro ciego.
Lee bien, todo
el mundo es experto cuando se trata de decirle a otra persona qué hacer. En
este caso, asumimos el papel de un consejero. Sin querer, nos colocamos en una
posición de autoridad y hasta de superioridad frente al aconsejado. El problema
es que ni aún nosotros mismos sabemos cómo vamos a actuar en ciertos momentos. Por
eso prefiero utilizar el concepto de orientador. El orientador, más que hablar,
sabe escuchar y establecer una relación de amistad con la persona que viene a
consultarle. Conversan y caminan juntos mientras comparten sus historias,
anhelos, frustraciones y aún sus defectos. Nadie se siente superior al otro. La
persona que orienta tiene que conocer a la persona orientada; y conocerla
implica amarla. ¡Qué pocos orientadores existen en este mundo!
La crisis que vive Puerto Rico es igual a la que vive
el mundo, pero diferente. Puerto Rico es
una nación como cualquiera otra, pero diferente. Los puertorriqueños tenemos la
misma raíz cultural que el resto de los latinoamericanos, pero diferente. A la
hora de buscar soluciones a nuestros problemas, no debemos enfocarnos en poner
en práctica los consejos que nos ofrecen los líderes de otros países que no
entienden nuestra realidad. Mucho menos debemos sentarnos a copiar modelos que
han probado ser inoperantes. No descarto que los examinemos, pero debemos
utilizar nuestro entendimiento para retener sólo lo bueno. La Biblia nos habla sobre el particular.
Si seguimos la tendencia de copiar sin mayor ponderación, seguiremos poniendo “remiendos
nuevos en traje viejo” y nuestra situación empeorará. Se nos va a acabar de romper
el traje.
Es hora de enfrentarnos a la realidad: Puerto Rico está
en una encrucijada de cambio y entiendo que Dios mismo lo está impulsando. Si
creemos en las promesas de Dios, entonces debemos liberarnos del miedo. Tenemos
dos opciones ante la crisis que amenaza con destruirnos. Primero, podemos seguir
sentados esperando que Estados Unidos o cualquier otro país venga a ayudarnos.
Segundo, podemos imitar la acción del hijo pródigo (LEVANTARNOS, IR Y DECIR). ¿Qué
es lo más que nos conviene? No me toca a mí responder a esa pregunta. Reto a
todos los puertorriqueños para que nos unamos a fin de organizar nuestro propio
“taller” encaminado a construir nuestro propio modelo de restauración social,
económica y política. Ya es tiempo de poner a un lado el asunto de los colores
del partidismo político y de los personalismos. Es tiempo de comenzar a escribir
un nuevo capítulo de nuestra historia.
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