Monday, February 10, 2014

LO MISMO, PERO TOTALMENTE DIFERENTE

La maestra del taller de manualidades proporcionó a sus estudiantes un modelo a imitar e impartió las debidas instrucciones las cuales debían seguir al pie de la letra. Al concluir la sesión de confección, se les pidió a los estudiantes que exhibieran sus trabajos. Como era de esperarse, algunos trabajos fueron buenos, pero otros daban deseos de llorar. Casi la totalidad de los participantes buscaba practicar las técnicas (no que la maestra cayera de bruces ante la excelencia de sus imitaciones), no obstante, siempre hay sus excepciones. Uno de los participantes se emocionó cuando presentó su obra porque pensó había hecho la gran cosa. La maestra quedó muda cuando la vio, era la peor de todas. Lo único que se le ocurrió decir fue: “Es lo mismo, pero totalmente diferente”. Esa frase parece una contradicción. ¿Cómo una cosa igual a otra cosa puede, al mismo tiempo, ser diferente? Pues fíjate que sí, dependiendo del enfoque que le des. Eso es posible desde la perspectiva teológica, por ejemplo, afirmamos que los humanos somos todos iguales delante de Dios. ¡Magnífico! Sin embargo, desde la perspectiva científica, todos somos diferentes. No ha habido, ni hay, ni habrá una persona idénticamente igual a otra. Aún los gemelos que llamamos “idénticos” tienen grandes diferencias.
Cuando pensamos en la crisis que confronta Puerto Rico en la actualidad podemos despachar el asunto diciendo que es igual a la crisis que confrontan otros países. Tenemos problemas sociales, políticos, económicos y ecológicos.  Eso es muy cierto. Sin embargo, las raíces de los problemas, las circunstancias particulares que nos caracterizan como pueblo y las herramientas que poseemos para resolver nuestros asuntos son diferentes.  Puerto Rico forma parte de la comunidad Latinoamericana y Caribeña, la cual se compone de 33 países que hablan 5 idiomas diferentes. Aunque compartimos un mismo territorio,  no todos los países comparten una misma lengua oficial, ni una misma ideología política, ni tienen una misma estructura económica ni gubernamental. Esto provoca que la idiosincrasia de cada pueblo sea distinta a la de otra. Ahora dime, ¿qué cosas piensas que tenemos en común? A mí se me ocurre solamente una, que todos fuimos colonizados por países europeos que en un momento dado se pelearon por lograr la hegemonía del mundo. España, Francia, Inglaterra, Portugal y Holanda no vinieron a América a dar, sino a buscar. Cada una de esas naciones trajo su propio modelo y nos dieron las instrucciones para seguirlo. Cuando nos pidieron que exhibiéramos nuestros trabajos, se espantaron y dijeron: “Son iguales a nosotros, pero totalmente diferentes”. Algunos de nuestros “maestros” se fueron de inmediato, pero otros se quedaron porque, al fin y a la postre, les gustó más nuestras creaciones que sus modelos originales.

Lo que dije anteriormente se complica un poco más al incluir a Estados Unidos y Canadá en este análisis. Tenemos que enfrentar la realidad sin apasionamiento y sin sentimientos de inferioridad. Esos dos “discípulos” de los “maestros europeos”  fueron aventajados. Hay razones para que se diera ese fenómeno, que dicho sea de paso, en nada tienen que ver con los niveles de inteligencia. Estados Unidos se llevó las medallas de logro en el ejercicio del poder político, social y económico. Eso le abrió unas puertas en el mundo. En términos generales, sustituyó a los maestros europeos originales y se proclamó en el “nuevo maestro” del mundo. Por consiguiente, también construyó su propio modelo y obligó a varios países, entre ellos a Puerto Rico, a matricularse en su taller de capitalismo democrático. Fueron varias las técnicas utilizadas por Estados Unidos para construir su modelo, siendo algunas de ellas la prepotencia y la arrogancia. Su consigna para mantener a Puerto Rico matriculado en su taller lo fue “tú no puedes hacer nada sin mi ayuda”.  Esta consigna, sumado a los estragos causados por nuestros “maestros” españoles, provocó en los puertorriqueños un alto grado de inseguridad. Sin embargo, esa misma inseguridad ha abierto las puertas para que nuevos “maestros” intenten impulsar modelos enchapados a la antigua, que por desgracia, han probado ser inefectivos. Repito hasta el cansancio, nunca ha existido, ni existe, ni existirá un sistema económico o político perfecto. La eficacia de los sistemas depende de los líderes que lo administran y de la disposición de los seguidores para someterse a las políticas establecidas.
Lo que realmente me molesta es que estos “nuevos maestros” que han surgido en América Latina es que sus modelos se basan en conceptos que no reflejan sus realidades. ¿A qué paz, igualdad, seguridad y libertad se refieren cuando observamos que sus países atraviesan por situaciones que dejan mucho que desear?  Como bien dijo Jesús, son ciegos guiando a otro ciego.
 Lee bien, todo el mundo es experto cuando se trata de decirle a otra persona qué hacer. En este caso, asumimos el papel de un consejero. Sin querer, nos colocamos en una posición de autoridad y hasta de superioridad frente al aconsejado. El problema es que ni aún nosotros mismos sabemos cómo vamos a actuar en ciertos momentos. Por eso prefiero utilizar el concepto de orientador. El orientador, más que hablar, sabe escuchar y establecer una relación de amistad con la persona que viene a consultarle. Conversan y caminan juntos mientras comparten sus historias, anhelos, frustraciones y aún sus defectos. Nadie se siente superior al otro. La persona que orienta tiene que conocer a la persona orientada; y conocerla implica amarla. ¡Qué pocos orientadores existen en este mundo!

La crisis que vive Puerto Rico es igual a la que vive el mundo, pero diferente.  Puerto Rico es una nación como cualquiera otra, pero diferente. Los puertorriqueños tenemos la misma raíz cultural que el resto de los latinoamericanos, pero diferente. A la hora de buscar soluciones a nuestros problemas, no debemos enfocarnos en poner en práctica los consejos que nos ofrecen los líderes de otros países que no entienden nuestra realidad. Mucho menos debemos sentarnos a copiar modelos que han probado ser inoperantes. No descarto que los examinemos, pero debemos utilizar nuestro entendimiento para retener sólo  lo bueno. La Biblia nos habla sobre el particular. Si seguimos la tendencia de copiar sin mayor ponderación, seguiremos poniendo “remiendos nuevos en traje viejo” y nuestra situación empeorará. Se nos va a acabar de romper el traje.

Es hora de enfrentarnos a la realidad: Puerto Rico está en una encrucijada de cambio y entiendo que Dios mismo lo está impulsando. Si creemos en las promesas de Dios, entonces debemos liberarnos del miedo. Tenemos dos opciones ante la crisis que amenaza con destruirnos. Primero, podemos seguir sentados esperando que Estados Unidos o cualquier otro país venga a ayudarnos. Segundo, podemos imitar la acción del hijo pródigo (LEVANTARNOS, IR Y DECIR). ¿Qué es lo más que nos conviene? No me toca a mí responder a esa pregunta. Reto a todos los puertorriqueños para que nos unamos a fin de organizar nuestro propio “taller” encaminado a construir nuestro propio modelo de restauración social, económica y política. Ya es tiempo de poner a un lado el asunto de los colores del partidismo político y de los personalismos. Es tiempo de comenzar a escribir un nuevo capítulo de nuestra historia.   

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