Espero que hayan hecho la inferencia en mi artículo anterior. Si ese es el caso, pudieron darse cuenta que el dinero habla todos los idiomas del mundo y no es amigo ni enemigo de nadie. Nadie lo desprecia y no hace daño a menos que alguien lo quiera utilizar con ese propósito. Ni aún los libros sagrados hablan mal del dinero. La Biblia, por ejemplo, habla extensamente sobre el particular y lo único que nos advierte es que no podemos amarlo. En este nuevo escrito me propongo a analizar lo que dice la Biblia en torno al dinero y exponer algunas de las interpretaciones que le dieron a esos pasajes bíblicos algunos reformadores y líderes cristianos. Intento examinar las repercusiones más significativas de esas interpretaciones en el mundo económico. Demostraré que el dinero es el motor que mueve todas las organizaciones, incluyendo las instituciones eclesiásticas y sin fines de lucro.
Existe
evidencia que comprueba que desde muchos siglos antes de la era cristiana la antigua
Mesopotamia tenía una manera muy definida para llevar records de contabilidad. Esas personas sabían
lo que ganaban y perdían en sus transacciones
comerciales. Los escritos del antiguo Testamento también nos permiten entender
que el control y manejo del dinero era algo común entre los israelitas. Los
historiadores nos indican que la administración de los recursos económicos de
los ricos de aquella época era vista como una actividad peyorativa. Tal
actividad se las asignaba a los esclavos intelectualmente capacitados y fieles
a sus amos. Esos esclavos no solamente le rendían cuenta a sus amos por el
dinero, sino por el mantenimiento de toda su casa, incluyendo la educación de
sus hijos. La narrativa sobre el patriarca José que se encuentra en el libro de
Génesis 39, nos narra cómo un esclavo israelita llegó a ocupar el cargo de
gobernador dentro del gobierno egipcio. Definitivamente que José poseía unas
cualificaciones extraordinarias, incluyendo su habilidad para establecer
estrategias económicas. Esa habilidad comercial de los judíos se destacó en los
siglos venideros. Me imagino que esto quedó impreso en su DNA, añadido a otras
cualidades de su carácter ético-moral. No
podemos perder de vista que la gran mayoría de los judíos tienen gran habilidad
para desarrollar negocios.
Desde
que Josué logró introducir a los judíos a la tierra prometida, comenzaron a
crear un sistema de gobierno para lidiar con los asuntos del pueblo. Crearon
una confederación tribal y repartieron las tierras productivas entre once
tribus, dejando la tribu de Leví solamente con un pequeño terreno donde
construyeron sus hogares. Dios le dijo a esa tribu que no les daría heredad en
Israel porque El (Dios) era su heredad. Los levitas se convirtieron en
sacerdotes, maestros, profetas y administradores de los asuntos públicos.
Claramente podemos notar que esa era una manera de evitar que los levitas
rindieran su atención a la productividad. Para su mantenimiento, se creó un
sistema tributario conocido hasta hoy día como el DIEZMO. Todas las demás
tribus tenían que separar el 10% de sus ganancias para los levitas. Con el correr del tiempo algunas tribus
comenzaron a dejar de pagar o a engañar con el pago de sus diezmos. Por eso
vemos que Dios levantó algunos profetas para que señalaran esas prácticas
fraudulentas. Esto se evidencia en los casos de los profetas Hageo y Malaquías.
La gente no estaba obligada a
hacer votos de ofrendas, excepto los relacionados con el diezmo regular, los
primeros frutos y la consagración de los primogénitos. Todas las demás ofrendas
eran voluntarias, sin embargo, si se comprometían con pagar algo adicional, debían
cumplirlo (Eclesiastés 5:2-7; Proverbios 20:25). El dinero era visto con mucha
suspicacia por los profetas. Ellos le advertían al pueblo que los codiciosos
nunca se satisfacen porque la gente mientras más tiene más quiere. Se dieron
cuenta que el dinero tiende a crear personas dependientes. Por último, el
dinero perturba
la paz de quien lo posee y no garantiza su felicidad.
Jesús,
de manera magistral y elegante, trató todos los asuntos económicos. Sabía bien
que el materialismo estaba muy arriesgado en el pueblo judío. Sus dichos y
parábolas fueron extraordinarios para educar a un pueblo pobre e ignorante en
este y otros asuntos. Los líderes de su época no querían que el pueblo
conociera la verdad. Atacaban a Jesús constantemente, intentando poner sus
enseñanzas en tela de juicio. No obstante, de una manera llana y con
ilustraciones pertinentes, Jesús les habló sobre el trabajo, la productividad,
e buen uso del dinero, el ahorro, la filantropía, y muchas otras cosas más. A
continuación les ofrezco algunos
principios básicos que yo desarrollé sobre el dinero y que emanan de la Biblia.
También existen otros principios
económicos, pero solamente quiero ofrecerles un ejemplo.
1.
El ahorro no consiste en guardar grandes
sumas de dinero, sino en realizar inversiones que dejen buenos dividendos.
(Parábola de los talentos Mateo 25:14-29)
2.
El manejo del dinero puede tornarse
peligroso en manos de la gente corrupta. Los corruptos le dan al dinero una
finalidad propia y no les importa explotar al prójimo para obtenerlo. (Mateo
18:24-25,30; 21:12; 27:7-10; 28:15; Lucas 3:12-14)
3.
El amor al dinero nos puede ocasionar
hasta la misma muerte. (Hechos 1:17; 5:1-10)
4.
Dios no desecha a los ricos por
tener riquezas, pero desecha a los ricos que ponen su confianza en el dinero.
El dinero no puede salvar a nadie. (Mateo 19:16-23)
5.
No se puede servir a Dios y a las riquezas simultáneamente.
Sin embargo, debemos ser astutos manejándolas, tal como lo hace la gente del
mundo. (Lucas 16:1-14).
6.
La finalidad de la vida no consiste en hacer dinero. (Parábola del
rico insensato; Marcos 4:18; Lc 12:32; Hebreo 13:5-6; Santiago 4:13-17; 5:1-4)
7.
No existe equidad en el mundo
en cuanto a la distribución de las
riquezas. Algunas personas tienen más habilidad que otras para hacer
dinero. No debemos enojarnos con Dios por esa realidad. (Mateo 20:11,14-15)
8.
Es un deber ciudadano pagar las contribuciones al gobierno. (Mateo 17:27)
9.
No debemos vivir con ansiedades en cuanto a cómo vamos a conseguir el dinero necesario
para realizar la obra que el Señor nos encomienda (Mateo 10:9; Juan 6:7). Sin
embargo, eso no descarta la importancia de una buena planificación (Lucas 14:28-29; Lucas 22:36)
10.
El filántropo no es aquella persona que da de lo que le sobra, sino
que practica el arte de dar independientemente de lo mucho o poco que posee
(Mateo 26:9; Marcos 12:41; Lucas 8:3; 10:35; Hechos 2:44; Hechos 4:37; 11-29;
Romanos 15:25-29; 1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios 9:10-12; 11:715; 12:11-13)
11.
El poder de Dios es más valioso que todo el dinero del mundo (Hechos
3:3)
12.
La misericordia comienza por casa (Mateo 15:16)
13.
No siempre se puede comprar la salud física con dinero (Marcos 5:21-34)
14.
El dinero que se pierde en vicios jamás se recobra (Lucas
15:11-17)
15.
El ministerio no fue establecido para
enriquecerse (Juan 10:11; 1 Tesalonicenses 2:4-10; 3:1-3,8; Tito 1:10; 1 Pedro 2:2-3,
14-15; 5:2; Judas 11:11) Aunque el ministerio no es para enriquecerse, tampoco
tiene como finalidad empobrecer a quienes lo ejercen (1 Corintios 16:1-4; 2 Corintios
8:12-15)
16.
Los pastores y pastoras no deben tener
la carga de llevar el presupuesto de la iglesia (Hechos 6:2)
17.
Los dones y ministerios no se compran con dinero (Hechos 8:18;
16:16-19)
18.
El obrero es digno de su salario. Todo
el mundo, incluyendo los siervos y siervas de Dios, debe ser recompensado por
su labor (Hechos 20:33-35; Romanos 4:4)
19.
El trabajo no es un castigo de Dios,
sino una bendición (Efesios 4:28).
20.
La vagancia es reprobada por Dios (Proverbios
6:6-11)
Luego
de que el emperador Constantino firmara su decreto para aceptar la religión
cristiana y él mismo se inclinara a ser parte de la misma (aunque no se bautizó
sino hasta la hora de su muerte), la iglesia cristiana comenzó su crecimiento
masivo. Muchos ricachones se hicieron miembros de la iglesia y al cabo de los
años, la Iglesia Romana logró amasar una gran fortuna y a adquirir un tremendo
poder político y económico. Durante la Edad Media ya encontramos una parte de
su alto liderazgo sumido en la práctica de la corrupción. Hubo un grupo de
personas que no abalaban esa conducta, entre ellas sacerdotes y catedráticos de
los seminarios teológicos. Algunos sacerdotes católicos se negaron a vivir
dentro del ambiente cristiano de Roma. Todo eso dio paso al surgimiento de unos
cuantos movimientos dentro del propio seno de la Iglesia para aliviar la
pobreza de los pueblos o protestar por los abusos cometidos por el credo. Las
órdenes mendicantes se fundaron en los pueblos sumidos en la pobreza. La
primera de ellas fue establecida por San Francisco de Asís, no sin primero
enfrentarse a varios obispos que la consideraron como un grupo de limosneros. A
la orden franciscana le siguieron los dominicos, agustinos y carmelitas. Todos
ellos hicieron votos de pobreza y castidad. Ante la creciente ola de protestas
contra el abuso de poder de la alta jerarquía católica romana, se decretó quemar
en la hoguera a todos los detractores. El primero en ser quemado en la hoguera
lo fue Juan Huss, quien impulsaba la doctrina de Wycliff, un catedrático inglés
opuesto al papado romano. Desde ese punto en adelante, se iniciaron otros
movimientos hasta que el 1517, un monje agustino de nombre Martín Lutero,
publicó sus 95 tesis en contra del
papado en la puerta de la Catedral de Wittenberg en Alemania. Lutero fue excomulgado por la Iglesia
Católica Romana por hereje.
En
este punto tengo que mencionar a otros reformadores de la talla de Lutero, los
suizos Ulrico Zuinglio, Juan Calvino y el escocés Juan Knox. Calvino fue un
pensador extraordinario. Su obra, Las
Instituciones de la Religión Cristiana, ejerció gran influencia en los
creyentes del norte de Europa. Consideró importante informar a los miembros de
su iglesia sobre las ofrendas recibidas y el uso que le daban. Era una persona
asceta y sumamente riguroso en su estilo de vida. Para Calvino, la buena
administración y el manejo adecuado del dinero eran requerimientos divinos. Al
igual que el resto de los reformadores protestantes, predicaba que Jesús le
había advertido a sus discípulos a no ambicionar el poder y las riquezas.
También advirtió que el enemigo no se destruye por medio de la fuerza, sino del
poder del amor. Cargados con esas ideas reformadoras, en el año 1620 un grupo de personas se trasladó desde
Inglaterra en un barco conocido como el Mayflower, llegando a una bahía en
Nueva Inglaterra, América del Norte, la cual bautizaron con el nombre de
Plymouth. Esa gente, armada con la Biblia, fundaron una colonia que basó su
ética de vida en tres fundamentos: cómo vivimos, qué hacemos y cómo lo hacemos.
Los peregrinos fueron personas emprendedoras que lucharon contra toda
adversidad amparados en la protección divina.
Max
Weber, conocido como el Padre de la Sociología, escribió unos ensayos bajo el
título LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO encaminados a
demostrar que el protestantismo, en especial el calvinismo, fue responsable del
surgimiento del capitalismo moderno. Según Weber, existía una gran diferencia entre
la mentalidad protestante y la mentalidad católica romana en cuanto a los
conceptos de trabajo y dinero. Para los protestantes el trabajo no es un
castigo de Dios como lo expresaban los católicos, sino un privilegio. Dios
trabajó seis días y descansó el día séptimo. Los protestantes vieron el dinero,
no como un mal, sino casi como un valor supremo de vida porque la gente trabaja
para adquirirlo. Como vivían una vida austera, no gastaban el dinero
desmedidamente ni en nada que no tuviera un sentido de dirección. De esa manera
se comenzó a practicar el ahorro lo que los llevó a acumular grandes fortunas. Desde ese punto de vista, los protestantes
tendían hacia el racionalismo económico, mientras que los católicos romanos tendían
a justificar la pobreza. La ética protestante predicaba en contra de los vicios
y vieron las riquezas como señal de la salvación eterna.
No
es mi propósito defender ninguna postura teológica. Solamente quiero advertir
algo simple. La teología protestante en cuanto la manera de adquirir y utilizar
el dinero en nada guarda relación con la llamada teología de la prosperidad que
tanto daño ha hecho al cristianismo. Como protestante que soy y amadora de mi
Señor, tengo que decir que la línea es bien finita entre caminar dentro de los
preceptos del cristianismo y caminar dentro de los preceptos económicos que
rigen el mundo actual. En cuanto al dinero, me afirmo en tres principios
básicos que emanan de los reformadores:
1.
Tenemos que ganar honestamente todo
lo que podamos sin ansiedades y sin descuidar nuestro servicio a Dios y a
nuestros semejantes
2.
Tenemos que invertir sin
engañar a nadie en todo aquello que produce buenos dividendos, incluyendo
ayudar a la obra del Señor y a nuestro prójimo
3.
Tenemos que ahorrar una parte
de nuestras ganancias porque forma parte de un proceso de planificación que el
mismo Jesús justificó
El
dinero, mis amados lectores, compra una casa, pero no compra un verdadero
hogar, compra medicamentos, pero no compra la salud, compra el silencio, pero
no compra la paz, compra algunas conciencias torcidas, pero no compra la
justicia divina, compra diversiones, pero no compra la alegría de vivir. En
fin, el dinero no es amigo de nadie. Hoy está con una persona y mañana con
otra. Sin embargo, puede ser tu aliado si aprendes a utilizarlo
provechosamente.
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