Monday, August 25, 2014

¡SOCORRO, estoy en el MEDIO!

         
     Es abrumadora la cantidad de publicaciones que recibimos casi diariamente sobre la situación de la llamada CLASE MEDIA en diversos países del mundo. Estados Unidos está al frente de esos estudios y con toda razón. Los educadores, economistas, religiosos y científicos de la conducta humana dan fe del deterioro de esta clase social. Como sabemos, esta clase constituye el gran motor para mantener una economía saludable. Hasta hace poco, la inmensa mayoría de los miembros de la clase media vivíamos en la ignorancia de los poderes que la amenazan. Ahora este tema se está exponiendo a la gente con gran premura y mucha rigurosidad. Resulta complicado entender lo que está pasando y por ello, tenemos que comenzar con lo básico sobre el fenómeno socio-económico llamado CLASE MEDIA.  
          Encontré que existen muchas maneras de enfocar el concepto de CLASE MEDIA. Se me ocurre que una definición general sería “algo que está en el medio” de otras cosas. También podríamos decir que es “algo que está debajo de una cosa y arriba de otra”. Todo eso implica que es una clase que recibe presiones de muchos grupos. También podemos hablar de personas que cuando se nos pregunta “¿cómo están?”, respondemos “ahí, luchando”. Nos resulta imposible articular una oración para expresar nuestro agobio. Esto puede sonar tonto, pero detrás de esa simple respuesta se esconde la complejidad de vida que tenemos los miembros de la CLASE MEDIA. Para abordar el tema deberíamos partir de una definición mejor elaborada y basada en lo que es una clase social, que no es otra cosa que la estratificación de la población en términos socio-económicos. Aquí surge un nuevo problema y es que cada rama del saber humano la visualiza de manera diferente. Los filósofos la enfocan desde la pers-pectiva ético-moral, los economistas la abordan desde la perspectiva de los recursos económicos que se poseen y de los ingresos que se reciben. Los sociólogos y psicólogos prestan mayor atención al nivel educativo y los estilos de vida que exhiben sus miembros. Los políticos se concentran en el número de personas,  productivas o no, que son aptas para votar. Los religiosos la ubican según sus dogmas de fe. La pregunta que se hacen es  ¿Quiénes forman parte o son excluidos del reino de Dios? Algunos se van a los extremos. Por un lado están los fieles seguidores de la teología de la prosperidad que estiman que los creyentes tenemos que ser ricos porque somos hijos de un rey. En el lado opuesto encontramos los seguidores de la teología de la pobreza la cual está basada en la distorsionada creencia de que la pobreza material constituye el medio eficaz para formar parte del reino de Dios. Para los tales, tenemos que ser pobres porque Jesús lo fue. En fin, todas esas concepciones ubican a una enorme cantidad de personas que, al fin y a la postre, no sabemos lo que somos ni lo que queremos. Vivimos dentro de un ambiente de contradicciones.
La triste realidad es que la llamada CLASE MEDIA es a una clase socio-económica-política que está en vías de extinción porque nadie se ha ocupado de ella sino para explotarla. Sin embargo, a la hora de la verdad, esa clase constituye la fuerza trabajadora más religiosamente ferviente, diestra, responsable y fiel a la justicia y la verdad de este planeta sin importar su ubicación geográfica. Las personas que no forman parte de la misma lo saben y por eso la convierten en su blanco para generar múltiples beneficios. Los miembros de la CLASE MEDIA estamos en el medio de la nada, peleando con fantasmas que nosotros hemos creado y forjándonos falsas ilusiones que solamente nosotros nos creemos. Soñamos con llegar a ser ricos, pero trabajamos hasta el cansancio para no convertirnos en pobres. Para alcanzar esos sueños y mitigar nuestros temores, muchas veces tomamos decisiones alocadas, lo que nos ha llevado a endeudarnos emocional y materialmente. Ahora que nuestra situación se ha tornado crítica, gritamos a todo pulmón: ¡SOCORRO, ESTOY EN EL MEDIO! Pero hasta ahora, nadie ha venido a nuestro auxilio. Es tiempo de que cambiemos ese asunto.
Si usted está leyendo este artículo y vive en Puerto Rico es muy probable que pertenezca al estrato social de la CLASE MEDIA, de la cual yo también soy parte integral. ¿Por qué digo esto? Porque sabemos leer, escribir y multiplicar; respetamos las leyes; somos responsables con nuestros trabajos;  pagamos nuestras contribucio-nes; practicamos la filantropía; no recibimos ayudas del gobierno porque ganamos por encima de lo que indican sus tablas truqueras; y seguimos las reglas de la sana convivencia. Además, estamos interesados en prosperar (no importa el significado que le demos a esa palabra). Fíjese que no hablo de cuánto dinero ganamos, qué lugares frecuentamos ni dónde vivimos. No importa cuál sea nuestro ingreso mensual, actualmente el dinero que ganamos ya no es suficiente para mantener los estilos a los cuales estuvimos acostumbrados. ¿Cierto? Pero los economistas siguen utilizando los mismos “bolsillos” para acomodarnos. Dependiendo de criterios puramente económi-cos nos  colocan en las categorías de media-alta, media-media y media-baja. Lo mismo hace con las clases ricas y pobres. ¿Es eso realmente lo importante? ¡Claro que no! No importa dónde nos coloquen, todos los días tenemos que enfrentar, como grupo, los mismos problemas socio-económicos (solamente difieren en tamaño e intensidad). Esos problemas no los tienen los ricos depredadores ni tampoco los pobres indigentes. Por desgracia, a esos últimos no se les presta la debida atención para mitigarles sus sufrimientos. Nuestro gobierno es tímido al momento de ejecutar la justicia social.
Olvídese por un momento de las categorías tradicionales sobre las clases sociales porque no tienen inherencia en el asunto que quiero tratar. Creo que la sociedad puertorriqueña está divida en seis grupos totalmente desproporcionados en tamaño. Esos grupos lo son los ricos depredadores, los lacayos del mal, los trabajadores y los pobres (que se subdividen en dos categorías: los de oficio y los pobres indigentes)
          LOS RICOS DEPREDADORES. Ubico en este grupo a aquellos que dominan la economía de cualquier país. Haga el ejercicio y encontrará que es fácil identificarlos. Se trata de familias que por décadas han manejado nuestra economía con muy buenos resultados para ellas. Veamos las características que los distinguen:
·       Tienen control de los recursos naturales
·       Tienen poder para controlar los precios del mercado
·       Tienen control de los medios de comunicación
·       Tienen el poder del conocimiento
·       Tienen poder para manipular, mediante el cabildeo, la actividad política
·       No mantienen cuentas bancarias como el resto de los mortales, sino cuentas de inversiones
·       Se pueden dar el lujo de gastar sumas millonarias para protegerse y proteger sus recursos económicos
·       No invitan a otros formar parte de su clan (son exclusivistas)
·       Tienen libertad para moverse de un lugar a otro en busca de mano de obra barata y conseguir beneficios gubernamentales en los sitios donde ejercen sus actividades económicas
·       Utilizan diversas estrategias para desviar sus ingresos a fin de minimizar el pago de sus contribuciones a sus gobiernos.
·       Cumplen fielmente con las leyes (pero faltan a la ética)
En términos universales, se nos dice que ese grupo (un gran club) constituye alrededor del uno por ciento (1%) de la población mundial. Estos “angelitos” (que no sobrepasan a las 1000 personas) se llevan a sus bolsillos alrededor del veinticinco por ciento (25%) de los ingresos de este planeta (datos del año 2010). Según los análisis económicos, a partir de la gran depresión sus ingresos han aumentado en un doscientos setenta y cinco por ciento (275%). No tengo los datos para Puerto Rico y, para ser honesta, ni me interesa saberlo. Dejo este asunto en manos del Señor. Ellos han existido siempre bajo diversos nombres.
LOS LACAYOS DEL MAL. Dentro de ese grupo cae la gente que con alevosía y premeditación practica la corrupción en todas sus manifestaciones. Son maquiavé-licos en todo el sentido de la palabra. Con el fin de llegar a la cúspide del poder y la fama o a la adquisición de riquezas, no les importa a quienes se llevan por el medio.  La escalera de la decencia es invisible para ellos. Dentro de eso grupo encontramos a una gran diversidad personas, doctos e indoctos. Definitivamente que de forma repetitiva hacen mal uso de la inteligencia y los talentos que Dios le dio y en muchos casos no exhiben ni arrepentimiento. Entre ellas hay personas que nacieron y viven en guetos, pero también encontramos personas que nacieron en buena cuna y quienes se convirtieron en profesionales y destacados líderes dentro de nuestras comunidades. Ya no nos sorprendernos cuando nos enteramos de legisladores, alcaldes, jueces, fiscales, médicos, abogados, ingenieros, contadores y hasta religiosos acusados de actos de corrupción. Recordemos que Satanás tiene adeptos en todas partes. Estos cínicos, amadores de sí mismos dan apariencia de bondad pero son lobos rapaces. En ocasiones y por desgracia, algunos de ellos logran el respaldo de los políticos, quienes se hacen de la vista larga en detrimento de nuestro país. ¿Qué tan grande es ese grupo en Puerto Rico? No puede precisar si es grande o es que ahora sus fechorías se descubren con mayor premura.
LOS TRABAJADORES. Ofrecí al principio las caracterís-ticas generales de este grupo. En el mismo coloco a todas las personas que contribuimos a la estabilidad social y económica de su país. Eso incluye a los jubilados y retirados de los trabajos productivos. Independientemente de nuestros ingresos, les hacemos frente a la vida ejerciendo nuestros oficios y profesiones como Dios manda. También incluyo a los comerciantes e industriales que crean empleos y cumplen con regularidad con las exigencias que les imponen la sociedad y el gobierno, pero que no cuentan con suficientes recursos para ampliar sus actividades económicas. Pertenecemos a  un grupo enormemente grande y heterogéneo obligados a atender una miríada de asuntos para mantenernos como combatientes dentro de un sistema económico desbalanceado. Para colmo de males, no tenemos una buena representación en las esferas de poder de nuestro país. Ese grupo es el que se enfrenta a las grandes ineficiencias de los gobiernos de turno los cuales carecen de visión y voluntad para establecer leyes equitativas. Nosotros sufrimos las consecuencias inmediatas de los aumentos en las utilidades públicas, los peajes, las contribuciones y otras. Pero también sufrimos de forma indirecta los aumentos en precio de los productos y servicios. Nuestro poder adquisitivo disminuye constantemente y como consecuencia, empobrece nuestro acostumbrado estilo de vida.
En el caso específico de Puerto Rico, la fuga de empresas (que también experimenta Estados Unidos a causa del surgimiento de la economía global) ha provocado un aumento desmedido en la tasa de desempleo. Puerto Rico adolece de fuentes de empleo permanentes porque nunca hubo un estímulo apropiado para el desarrollo de empresas locales. No se le enseñó al pueblo a desarrollar sus capacidades empresariales. Aún las universidades siguen enfocando sus enseñanzas en el arte de administrar los negocios de los ricos y poderosos. La ausencia de fuentes de empleos permanentes y bien remunerados, la falta de equidad al momento de pagar contribu-ciones (el gobierno ha sido muy benévolo con las empresas extranjeras) y la política del mantengo sostenido como medio para los políticos mantenerse en el poder,  han provocado el éxodo de puertorriqueños a otros lugares, especialmente a los Estados Unidos, en búsqueda de mejores condiciones de vida. El cuadro se hace más crítico para la CLASE MEDIA.
LOS POBRES. Esta es la clase que se ubica en la parte baja de nuestro entorno social. Fíjese que hablo de “pobres” según los criterios económicos establecidos por sociólogos y economistas. Aquí los economistas incluyen las personas cuyos ingresos están por debajo del salario bruto nacional. Dentro de esta categoría caen varios tipos de personas:  
·        Aquellos a quienes se le niegan las oportunidades para progresar dentro de su contexto socio-económico y que se ven obligados a vivir en estado de extrema pobreza sin esperanzas de salir de ella.
·       Aquellos que no pueden trabajar porque tienen limitaciones mentales y/o físicas insuperables y quienes no tienen a nadie que los ayude. Dentro de este grupo caen ancianos, huérfanos y personas especiales.
·       Aquellas que pueden trabajar, pero que han aceptado la pobreza como su sistema de vida porque pueden subsistir con las ayudas económicas que les brinda el gobierno. Ese grupo no hace nada para superarse. Se conforman con un trabajito de poca monta para que no le quiten las ayudas sociales. De esa forma, se convierten en parásitos del sistema económico. 
Visualizo las sociedades como inmensas piscinas donde nadan todos los miembros de todas las clases sociales. Algunos visten ropas impermeables que los protegen de pies a cabeza mientras que van sentados en sus equipos inflables y estimulando a los miembros de la clase media a nadar en competencia entre unos y otros. ¡Pobres de nosotros que no disponemos de un sistema de salvamento adecuado para socorrernos cuando se nos agotan las fuerzas y comenzamos a hundirnos! Peor les va a los pobres indigentes que no saben nadar, razón por la cual tienen que aferrarse a nosotros para mantenerse a flote. ¿Cómo podemos cambiar esta situación de vida?    
No debemos poner nuestra mirada en ningún sistema como salvadora del mundo. El capitalismo nos ofreció un mundo de oportunidades para progresar. La democracia nos prometió la libertad. El socialismo (en todas sus vertientes) no prometió la eliminación de la pobreza. El comunismo nos prometió la eliminación de las clases sociales. Hoy por hoy, el capitalismo se ha desviado hacia la explotación de los recursos por parte de unos pocos. El socialismo no ha funcionado en su empeño de erradicar la pobreza. El comunismo ha creado otras estructuras sociales que son igualmente explotadoras. La democracia dicta mucho de practicar la justicia, base de la libertad. El asunto no radica en la creación de nuevas estructuras, sino en el fortalecimiento de la CLASE MEDIA. Para mí, ella constituye la mejor estructura socio-económica y por eso la debemos defender con uñas y dientes. Mi defensa la baso en un sencillo versículo bíblico que se encuentra en el libro de Proverbios (30:8b-9) y el cual reza de la siguiente manera:
“…No me des pobreza ni riquezas; Mantenme del pan necesario;
No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O
Que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.”  
Jesucristo dijo, y con toda razón, que a los ricos se les hace sumamente difícil entrar al reino de los cielos. Con ese dicho dejó la puerta abierta para aquellos que quieren utilizar sus riquezas para hacer el bien. La triste realidad que son muy pocos los que cumplen con ese requisito porque el amor al dinero los consume. No obstante, tampoco los ataco, pienso que somos nosotros los que debemos poner una alerta para no permitirles que nos exploten. Para salir de la crisis que vivimos, tenemos que reevaluar nuestros estilos de vida y dejar la competencia entre nosotros mismos. Tenemos que reenfocarnos en la educación de los valores trascendentales y la práctica de los sanos principios administrativos y financieros.

Jesús, en sus enseñanzas del reino, nunca exhortó la pobreza material como el camino para alcanzarlo. En el pasaje de las bienaventuranzas se habla de los pobres en espíritu, aquellos que abandonan la prepotencia y reconocen el señorío de Dios sobre sus vidas. No es lo mismo que hablar de los pobres de espíritu, aquellos que siguen el camino de menor resistencia. Jesús le reprochó a Judas Iscariote su hipócrita actitud de benevolencia hacia los pobres al criticar a la mujer que derramó un valioso frasco de perfume a sus pies. Las siguientes cosas también fueron reconocidas por Jesús:
·       Reconoció que hay personas que tienen más habilidad que otras para hacer dinero.
·       Reconoció que no existe una distribución equitativa de los recursos.
·       Reconoció que los pobres siempre estarán entre nosotros.
El apóstol Pablo, partiendo de las enseñanzas de Jesucristo, estableció unas máximas que me parecen pertinentes para mi exposición. Pablo, en términos generales, dijo que no es justo que alguien se haga pobre para enriquecer a otro, como tampoco es justo que alguien se haga rico empobreciendo a otro. La explotación no cabe dentro del cristianismo. De ninguna manera aprueba el mantengo y la vagancia. Dice claramente: “El que no trabaja, que no coma”. El cristianismo exhorta al trabajo honrado y exhorta a socorrer al necesitado, no al ‘jaiba’ que quiere vivir del cuento.
Puerto Rico está en una encrucijada muy peligrosa y es tiempo de que levantemos nuestras voces para educar y dirigir mejor a este pueblo.  Como vamos muy pronto estaremos despoblados, agotados y vencidos.

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